“… El condicionamiento genera problemas, conflicto. Es el condicionamiento lo que impide que comprendamos el reto; estando condicionada, nuestra respuesta debe engendrar, inevitablemente, conflicto. ¿Cómo puede uno librarse del condicionamiento? Sólo comprendiendo sus escapes, dándose cuenta de ellos. Nuestro apego a una persona, al trabajo, a una ideología, es el factor del condicionamiento; esto es lo que debemos comprender y no buscar un escape mejor o más inteligente. Ningún escape es inteligente porque todos engendran, por fuerza, conflicto. El cultivo del desapego es otra forma de escape, de aislamiento; es apegarse a una abstracción, a un ideal llamado desapego. El ideal es algo ficticio, fabricado por el ego; y convertirse en un ideal es escapar de «lo que es».
Solo cuando la mente ya no busca ningún
escape comprendemos «lo que es», y hay una acción adecuada con respecto a «lo
que es». El pensar mismo en «lo que es», es una forma de escapar de «lo que
es». Pensar acerca del problema es escapar del problema, porque el pensamiento
es el problema, el único problema. La mente reacia a ser lo que ella es,
temerosa de lo que es, busca estos diversos escapes; y la vía de escape es el
pensamiento. Mientras haya pensamiento, tiene que haber escapes, apegos, los
que no hacen más que fortalecer el condicionamiento.
La
libertad con respecto al condicionamiento llega cuando estamos libres del
pensar. Cuando la mente se halla en total silencio, solo entonces hay libertad
para que lo real se manifieste.
… En lo que llamamos amor hay dependencia,
está el sentido del apego que proviene de la soledad, de la propia
insuficiencia, de no ser capaces de permanecer solos; debido a eso, nos
apoyamos en alguien, dependemos de alguien. Dependemos del lechero, del
conductor del tranvía, del policía, pero no estoy hablando de esa clase de
dependencia, sino de la dependencia psicológica con todos los problemas que
contiene, los problemas de la imagen en la relación, la imagen que la mente ha
formado del otro, el apego a esa imagen y la negación de esa imagen para crear
otra imagen. Todo eso es lo que llamamos amor. Y los sacerdotes han inventado
otra cosa, el amor a Dios, porque es mucho más fácil amar a Dios, amar una
imagen, una idea, un símbolo creado, elaborado por la mente o por la mano, que
descubrir lo que es el amor en la relación. ¿Está siguiendo todo esto?
Entonces, ¿qué es el amor? Forma parte de nuestra conciencia esta cosa llamada
amor en la cual estamos el «yo» y el «usted»; el «yo» apegado a usted, poseyendo,
dominando; y usted poseyéndome, dominándome, sujetándome. Usted satisface mis
requerimientos físicos, sexuales, y yo satisfago sus necesidades económicas y
demás. Todo eso es lo que llamamos amor. ¿Es amor eso? Amor romántico, amor
físico, amor a nuestro país por el cual estamos dispuestos a matar, a mutilar,
a destruirnos a nosotros mismos. ¿Es eso el amor? Obviamente, el amor no es
emocionalismo, sentimentalismo, la empalagosa aceptación del «yo te amo y tú me
amas», usted sabe. Hablar de la belleza del amor, de la gente bella, etc., ¿es
amor todo eso?
… Ya investigamos la cuestión de que el
apego no es amor. Porque el apego genera cualquier clase de antagonismo,
dependencia, miedo, etc. Ven todo esto, lo saben, se dan plena cuenta de todo
ello, y verlo es terminarlo. No verlo meramente de forma lógica, analítica,
sino ver el hecho, todas las consecuencias del apego. Esto está muy claro. Sin
embargo, para la mayoría el ver es un análisis intelectual, una explicación
verbal, y nos quedamos satisfechos con las explicaciones, sean filosóficas,
psicológicas, etc. Es ver qué implica realmente el apego. El dolor que produce,
los celos, el antagonismo; ya saben, todas las consecuencias de ese movimiento.
Es verlo en el sentido no solo del ver visual, de la observación óptica, sino
también el arte de escuchar este movimiento. Si lo escuchan completamente,
termina.
… El amor no es placer; ¿sabe lo que
significa descubrir esto realmente por uno mismo? Significa que no hay miedo,
que no hay apego ni dependencia, sino una relación en que no existe separación
alguna.
Yo no sé si muchos hombres de Oriente están
contra la industrialización, y si lo están, ignoro qué razones invocan para
ello, pero creo haberos explicado por qué considero que la simple
industrialización no da solución alguna a nuestros problemas humanos con todos
sus conflictos y sufrimientos. La mera industrialización fomenta valores
mundanos, mejores y más amplios cuartos de baño, mejores y mayores coches,
distracciones, diversiones y todo lo demás. Los valores externos y temporales
adquieren precedencia sobre los valores eternos. Se busca la felicidad y la paz
en las posesiones, ya sean materiales o intelectuales; en el apego a las cosas
o al mero conocimiento. Recorred cualquiera de las calles principales y veréis
tiendas y más tiendas que venden la misma cosa, aunque de diferentes formas y
colores; innumerables revistas y miles de libros. Nuestro deseo es que se nos
distraiga, se nos divierta, se nos libre de nosotros mismos dado que
íntimamente somos tan pobres, desdichados, vacíos, y que siempre, por una causa
u otra, nos agobia alguna pena. Y de ese modo, habiendo demanda, hay producción
y se establece la tiranía de la máquina. Y se nos ocurre que la simple
industrialización resolverá nuestro problema económico y social. ¿Lo resuelve
realmente? Tal vez durante un tiempo; pero con ella llegan las guerras, las
revoluciones, la opresión y la explotación, y les llevamos la “civilización” a
los pueblos no civilizados.
… El conocimiento propio es la terminación
del sufrimiento; sin embargo, tenemos miedo de conocernos porque nos hemos
dividido en lo bueno y en lo malo, en lo perverso y lo noble, en lo puro y lo
impuro. Como lo bueno está siempre juzgando lo malo, estos fragmentos están en
guerra unos con otros, y esa guerra es sufrimiento. Para que este cese, hay que
ver el hecho y no inventar el opuesto, porque los opuestos se contienen
mutuamente, y caminar por ese corredor de los opuestos es sufrimiento. Esa
fragmentación de la vida entre lo superior y lo inferior, lo noble y lo
innoble, Dios y el diablo, genera conflicto y dolor; y si existe sufrimiento no
hay amor. El amor y el sufrimiento no pueden convivir.”
J. Krishnamurti